viernes, 30 de abril de 2010

2010 EL AMOR DE UNA MADRE, EN LOS OJOS DE UNA ABUELITA QUE PERDIO A SU HIJO EN EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL DE 1968 EN MEXICO DF


Hace unos días, caminaba en los pasillos de una estación del metro de la Ciudad de México. En esta ciudad a diario si es que no cuentas con auto, y te transportas en el colectivo Metro, tienes que subir y bajar escaleras.


Para mi suerte ahora me tocaba salir de una estación, pronto a llegar a casa.

Al ver las escalinatas como una pequeña pirámide maya, a la mitad de los escalones subía una abuelita con una bolsa en sus manos. Su caminar era lento y pausado, me conmovió intensamente, y no dude en ayudarla con su bolsa. Le ofrecí mi apoyo, accedió inmediatamente.

La bolsa era de los forros de los costales, y traía varias cosas, al llevarla percibí que estaba pesada, no iba ligera.

Se dirigía la abuelita a un paradero de camiones. Decidí ir a dejarla hasta el paradero, pero a la mitad nos paramos "para respirar", después del jadeo que deja subir los escalones. Nos quedamos platicando un momento.

La abuelita me platicó que vivia sola, me preguntó ¿cuantos años tienes?, le dije la cantidad sinceramente, y no dudo en decirme que me parecía a su hijo, su hijo que perdió en el movimiento de 1968, (inmediatamente pensé, donde murieron muchos estudiantes en Tlatelolco, en manos del ejercito y el gobierno de ese entonces).

La abuelita perdió a su hijo, de quién me dijo fué contador, y como joven que era se metió en el tumulto, y allí lo perdió. La abuelita me dijo, "tu no te metas en el tumulto, cuidate mucho". También me platicó que tomaba clases desde hacía 40 años de talla en madera y me platicó los demás talleres que existen en el centro cultural que asiste por el sur de la Ciudad de México.

La escuche atentamente, y vi su rostro, como el de mi abuelita, ella entrada en años, se parecía a mi bisabuela Trinidad. Sus manos, su cuerpo frágil y un poco encorvado, sus zapatos de diario uso y de vestir humilde.

De pronto percibí una tristeza y un sentimiento por esta trabajadora mujer, a la cual la conocen como "Tía".

Imagine que durante mucho tiempo no tuvo a un hijo a quién cuidar y guiar, y en este mundo en realidad no vive sola, porque conoce, y es conocida por gente, que seguramente la aprecia.

No vive cerca del lugar donde aprende artesanías, vive lejos, como de sur a oriente, y luego cargando semejante peso. Recordé a mi abuelita que durante mucho tiempo iba y venía al mercado todo los viernes, y hacía vida social cada ocho días. Fuerte siempre.

De pronto al semejante momento, la abuelita me dió la receta para hacer dinero. Hacía unos momentos pensaba al respecto, en negocios, en maneras de encauzar el talento y la creatividad que uno posee.

"Mira hijo quieres ganar dinero, te recomiendo tomar el taller de tapiz, porque tu decides por tapete lo que quieres ganar y la gente te lo compra". Al pensar en tejer y no saber nada al respecto, pensé en unos tapetes que venden en una de las esquinas en el parque del Monumento a Obregón. Son piezas grandes, y algunas se ven finas, no dudo que ganen muy bien.

El consejo me dejó pensando, y me lo lleve consigo mismo, y concluí que sería una pista de algo. No soy bueno tejiendo, nunca lo he hecho, imaginense elaborar un tapete...imposible!.

Pensé en mi mama y en su transición, y pensé en invitarla a estos talleres donde se reunen jubilados, adultos mayores que ocupan su tiempo libre en una actividad productiva.
A veces quisiera buscar la forma de contribuir de alguna forma, dado que si me siento en deuda. Me gustaría ser una persona filantropica que de alguna manera poder dejar un legado en esta gente que lo necesita.
No basta siquiera tener lo que se es, cuando puedes contribuir con el mundo, mucho más de lo que la imaginación te permite ver.

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